martes, 22 de diciembre de 2009

Las madres del "grupo de los quince"

A finales de 2005, un grupo de 15 jóvenes saharauis desapareció en El Aaiún. Las autoridades marroquíes aseguraron que habían muerto ahogados víctimas de un naufragio tras embarcarse en una patera con rumbo a Canarias. En diciembre, las familias de los jóvenes eran informadas por medios oficiosos pero solventes de que sus hijos estaban en manos de las autoridades marroquíes de ocupación en el Sahara Occidental. Las madres tomaron el mando. Se reunieron con todo el que les quiso escuchar, marroquí, saharaui, extranjero y hasta informaron a miembros de Amnistía Internacional en el territorio, a la prensa. Se manifestaron y fueron apaleadas y detenidas.
Hoy, las conocen como “las madres del grupo de los quince”. Una de ellas, que prefiere guardar el anonimato para evitar represalias, ha hecho llegar una carta al Servicio de Comunicación Saharaui en Canarias (SCSC) pidiendo que se haga llegar tan lejos y a tantos lugares como se pueda. Mientras, sigue esperando el milagro de volver a ver a su hijo:

No sé cómo empezar este escrito. Ni siquiera sé si alguien quiere dedicar unos minutos a escuchar mi desgracia. Todo comenzó el 15 de diciembre de 2005, cuando me enteré de que mi hijo había sido secuestrado por las autoridades marroquíes. Mi vida se vio envuelta en un camino de dolor y sufrimiento por la desaparición forzosa de mi querido hijo.He agotado todas las vías “legales”, si es que se puede hablar de legalidad cuando los que ocupan nuestra tierra tienen un desprecio total por los derechos humanos más elementales.
He implorado y he suplicado a cualquiera que pudiera tener alguna relación con el caso de mi hijo. He tocado a todas las puertas para saber de su caso.
Lo único que he recibido son rumores que me queman el alma y me rompen el corazón: que lo habían trasladado junto a sus compañeros de la cárcel de El Aaiún a otra en Marruecos; que bajo tortura murieron dos del grupo; que otros quedaron discapacitados o mutilados…

Las preguntas me angustian y no me dejan dormir, ¿dónde estará mi hijo?, ¿estará vivo o habrá corrido la peor suerte?, ¿podrá soportar las tristemente célebres torturas marroquíes?,¿cómo son sus noches?...¿y sus días?, ¿cómo puede sucederle esto a mi hijo, que nunca ha hecho mal a nadie, ni ha matado a nadie, ni ha robado a nadie?
Su único delito es el haber expresado explícitamente en manifestación pacífica el sentir y el deseo de todos nosotros. Lo que es la realidad. Somos saharauis, no somos marroquíes y reivindicamos nuestro derecho a la autodeterminación e independencia.

Cuando deambulo mirando sin nada que ver, pienso que llegará un milagro, pero los milagros parecen haber roto hace tiempo su alianza con los más débiles.
Me vence la impotencia y me doy cuenta de que mi caso es insignificante para el mundo, que no es más que un número que se añade a tantos otros. Me doy cuenta de que nosotros, los saharauis, valemos muy poco a ojos de un mundo en el que reina la ley del más fuerte.No me queda más que encomendarme a Dios e implorar con desesperación la justicia divina ya que parece que la comunidad internacional es indiferente a nuestras plegarias.
Aún así, quiero lanzar un grito de desesperación e impotencia con la esperanza de que llegue a oídos receptivos. Para que en este mundo globalizado también se luche por que los derechos humanos se globalicen también y que los saharauis disfrutemos de ellos. En particular, apelo a todos los pueblos de España para que nos estrechen su mano solidaria en la misión de buscar el paradero de mi hijo y sus compañeros.
Puede que un día, ojalá no lejano, me encuentre con mi hijo, tenerle entre los brazos de nuevo y que nuestras vidas recuperen la normalidad. Necesito conseguir que David vuelva a vencer a Goliat.
El caso de mi hijo no es único en el Sahara Occidental. Hay demasiadas madres saharauis que están en la misma situación que la mía.Saludos


Y un mes después:

http://www.nodo50.org/mujeresconectandoluchas/?q=es/node/393

Hayat Erguibi sobre lo ocurrido durante su secuestro, la noche del 22 de febrero del 2009.
Testimonio de Fatma Maasoud Taher, esposa del desaparecido saharaui Mohamed Said Abeid Chaaban

Me llamo Fatma Maasoud Taher y soy ciudadana saharaui, esposa del desaparecido Mohamed Said Abeid Chaaban. Éramos una familia de seis miembros. Una familia seminómada, como la mayoría de los saharauis de la época. Según las estaciones, vivíamos unas veces en la badia (campo) en busca de pastos para nuestro ganado y otras en nuestra casa en la localidad de LEBOUIRAT (sur de Marruecos). Desde luego, no podíamos nomadear como antes pero al menos teníamos un pequeño espacio de libertad propio que nos permitía vivir decentemente.

MARCHA NEGRA
La llegada de la Marcha Verde trastornó completamente nuestra vida. No es sin razón que nosotros la llamamos Marcha Negra. Mi marido fue obligado a participar en ella. En el momento en que la televisión marroquí hacía pasar a los participantes civiles de la marcha portando el Corn, miles de soldados armados hasta los dientes tomaron nuestra pequeña localidad, que se transformó de la noche a la mañana de una apacible ciudad del desierto en un verdadero cuartel. En la Badia, todos los nómadas eran sospechosos de colaborar con el Frente Polisario. Mujeres y hombres fueron heridos en su dignidad y en su propia piel. Mujeres fueron violadas y luego encarceladas. Personas de todas las edades fueron masacradas. Niños fueron privados de sus padres, sospechosos de colaboración con los combatientes saharauis, e incluso encarcelados con sus familias. Realmente, toda la población civil estaba en el blanco. Los relatos de los Kosovares me recuerdan extrañamente lo que nosotros vivimos durante esta época trgica.

El rapto:
Poco después de su regreso de la marcha negra, mi esposo fue secuestrado, en diciembre de 1975, por agentes de la Gendarmería Real. Estbamos solos en nuestra casa de Lebouirat (tres de nuestros hijos pudieron huir a tiempo y reunirse con el Frente Polisario). Tomando el tradicional té saharaui, discutíamos la situación. Mohamed Said estaba preocupado. No cesaba de repetir que esas gentes no respetaban nada. "Son peores que los cristianos que nos colonizaron", decía antes de añadir "que Dios nos ayude". De repente, alguien llama a la puerta. Tras la llegada de los militares, la gente que nos visitaba ya no se atrevía a hacerlo. "No puede tratarse ms que de los militares o de una persona en peligro", murmuró Mohamed Said. Tras un momento de vacilación, me decidí a ir a abrir. Apenas había entreabierto la puerta cuando tres agentes irrumpieron en la casa. "¿Dónde est Chaaban?", preguntó uno de ellos. Le respondí que se encontraba en el salón. El mismo soldado le pidió que les acompañara. Los otros dos registraron toda la casa. Confiscaron varios documentos y se llevaron a Mohamed Said. Sería la última vez que veía a mi marido.

Periodo de Soledad y de Aislamiento:
Tras la detención de Mohamed Said mi vida se transformó en un verdadero calvario. Bajo vigilancia constante, era frecuentemente hostigada, intimidada y, a menudo, amenazada con represalias. Durante los meses siguientes al rapto de mi esposo, nuestra casa fue cercada por la Gendarmería Real. El clima de terror que reinaba en la pequeña localidad de LEBOUIRAT era tan insoportable que no me atrevía a salir de mi casa. Ya no recibía visitas. En lo sucesivo, estaría sola frente a mi trgico destino.
Tras una semana estaba al límite de provisiones. Salí entonces para hacer compras al mercado. En la calle, reinaba un clima de terror sin precedentes. Las escasas personas que me crucé no osaban apenas levantar la cabeza para volver a agacharla enseguida. Incluso el tendero, de naturaleza muy alegre con sus clientes, se contentó con pesar lo que le pedí.
Mese ms tarde cesó la estrecha vigilancia de la Gendarmería. Poco a poco, recibía algunas visitas y podía ir a ver a la gente. Fue así como conocí la dramtica situación. Centenares de personas habían sido detenidas y llevadas a destino desconocido. Algunas de las personas liberadas afirmaban que la tortura era sistemtica en las crceles, lo que aumento aún ms mi angustia. ¿Qué hacer para conocer la situación de mi esposo?, ¿Seguir con vida?, ¿Estar enfermo?, ¿Comer cuando tenga hambre?. No paraba de repetirme las mismas preguntas día y noche.

Primeras tentativas de búsqueda:
Tras tres años de espera en la angustia y en el miedo, me decidí a hacer algo para conocer la suerte de mi marido. En un primer momento, tomé contacto con algunas familias afectadas por el mismo drama. Tampoco ellas sabían nada ms que yo. Estbamos de acuerdo en que era el momento de actuar. Había que emprender rpidamente trmite ante las autoridades marroquíes para inquirir sobre la suerte de nuestros parientes. Así fue como nos presentamos en las oficinas de las autoridades de LEBOUIRAT. Tras averiguar el objetivo de nuestra visita, el Caid intentó primero calmarnos diciéndonos que si nuestros parientes habían sido llevados por las fuerzas reales, estaban en buenas manos y que las autoridades de su majestad tendrían buen cuidado de que fuesen bien tratados. Ante nuestra insistencia en verlos, en tener noticias suyas, el Caid se tornó de pronto nervioso y amenazante. "Cuidado, juegan con fuego", advirtió él, para luego añadir "Vuelvan a sus casas y no hablen de esto con nadie, si no, ya saben lo que les espera". Comprendimos bien el mensaje, por lo que nos dimos cuenta que toda búsqueda en dirección a las autoridades marroquíes estaba condenada al fracaso, adems de los peligros que ello comportaba. Ahora, hacían falta otras vías y medios capaces de permitirnos encontrar a nuestros parientes. Fue así como tomamos contacto con la organización interna del Frente Polisario, que nos prometió transmitir nuestra demanda a la Media Luna Roja Saharaui. Algunos meses ms tarde, un responsable de la organización nos informó de que nuestro dossier se encontraba en manos de las organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos.

Reaparición de detenidos-desaparecidos:
Los años pasaban sin que nada cambiara. Cada año nuevas detenciones son efectuadas. Algunas de las personas arrestadas desaparecen. Hacia finales de los años 80, comienzan a circular rumores. Los detenidos-desaparecidos saharauis se encontrarían en centros secretos de la región de Ouarzazat, en el sudeste de Marruecos. Fue en este periodo cuando una militante de derechos humanos descubrió el siniestro presidio de Tazmamart. Las presiones internacionales sobre el régimen marroquí se acentuaron. Los resultados de las campañas internacionales comenzaron a dar fruto. A partir de 1989, incluso siendo siempre la tortura sistemtica, al menos la mayoría de las personas detenidas fueron a menudo liberadas. Sin embargo, habría que esperar hasta 1991 para que ms de 300 detenidos-desaparecidos saharauis fueran liberados. Las familias volvieron a tener esperanza. Cuando supe la noticia no pude contener las lgrimas. Me apresuré en pedir noticias de mi marido. Los supervivientes de Kalaat M´Gouna (centro secreto) me informaron que Mohamed Said Abeid Chaaban había muerto el 27/08/1977 en Agdez. La pesadumbre se mezcló con el alivio por esta trgica noticia. Fue la primera vez que tuve noticias de él. Estaba triste, pero al mismo tiempo me sentía aliviada al saber que no sufría, que ya no era torturado...
Ahora que Mohamed Said ha fallecido, yo pensaba que las autoridades ya no tendrían razón para denegarme que yo recogiera sus restos mortales para que yo pudiera rendirle un último homenaje. Pensaba ingenuamente que me iban a expedir un certificado de defunción. Sin embargo, cuando me presenté de nuevo, en compañía de otras mujeres, ante las autoridades marroquíes éstas se contentaron con negar estas informaciones. Nos pidieron que fueran allí las personas que nos habían dicho tales mentiras y nos amenazaron con represalias si continubamos abusando de la paciencia de las autoridades que nos alimentaban.
Ante esta situación, decidí huir de los territorios ocupados. Tras varias tentativas pude procurarme un pasaporte y salir a través de Mauritania. Ahora estoy con los míos en los campamentos de refugiados saharauis, lejos de toda intimidación. Aprovecho esta ocasión para lanzar un llamamiento a la comunidad internacional, a las instancias y organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos para que se movilicen y recuperemos nuestros derechos legítimos y nuestra dignidad.


Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos Saharauis (AFAPREDESA) Campamentos de Refugiados Saharauis B.P. 12, Tindouf (ARGELIA) Telf / fax: ++213 792 15 68

Testimonio de una Represión.

lunes, 1 de junio de 2009

ENTREVISTA AL JOVEN LUALI ELQADMI, ARROJADO DESDE UNA AZOTEA POR LA POLICIA MARROQUI

La Tribuna de Castilla La Mancha. 25/05/2009
Elwali Kadimi lleva varias semanas en el Hospital de Parapléjicos en Toledo. El 14 de mayo de 2008, él y otros compañeros saharauis recibieron una paliza por parte de la policía marroquí
Tras la rehabilitación, que hoy ha comenzado a las 9 de la mañana, Elwali continúa hasta cerca de la una con sus ejercicios en el gimnasio. Después tiene cita con la psicóloga. Luego toca comer, descansar un poco y volver con la rehabilitación. Walia Kadimi lleva repitiendo esta rutina desde hace varias semanas, cuando llegó al Hospital Nacional de Parapléjicos. Si la previsiones más optimistas se cumplen, aún le quedan cerca de 5 meses más en el centro. Cuando logre recuperarse, Elwali tiene muy claro lo que hará. Volverá a su pueblo, al Sahara, a seguir luchando por ‘la causa’. La misma que hizo que su vida cambiará completamente el 14 de mayo de 2008 y que le trajo a Castilla-La Mancha.
Hasta ese día, él llevaba una vida normal, eso sí, siempre marcada por la lucha del pueblo saharaui. Y es que Elwali , de 24 años, nació en Aasa, una de las provincias del Sahara ocupada por Marruecos. Gracias a la tenacidad de su familia, consiguió terminar sus estudios primarios y comenzar la Universidad. Decidió estudiar Sociología, y para ello se trasladó a la Universidad Alqadi Ayad, en Marruecos. La normalidad se truncó cuando comenzó el tercer curso.
Fue entonces cuando comenzaron los disturbios en la Universidad. El desencadenante, según cuenta Elwali , se produjo cuando algunos universitarios marroquíes echaron veneno en la comida de los saharauis. A partir de aquí, los alumnos saharuis decidiendo comenzar una huelga de hambre como protesta. Además, dejaron de ir a clase y realizaron diversas manifestaciones. «No sólo queríamos que los marroquíes fueran castigados por este hecho, reclamábamos una mejor atención: una mejora en la comida de la residencia de saharuis, o mejorar la limpieza en las habitaciones». En definitiva, pedian tener los mismos servicios que sus compañeros marroquíes.
Enfrentamientos.Para conseguir estas mejoras decidieron organizarse y crear un grupo que dialogara con las autoridades universitarias. Sin embargo, cuando la Policía se enteró de sus pretensiones y comprobó que estaban comenzando a organizarse, no les dieron tiempo a nada más. Con la autorización del rector de la Universidad, la policía marroquí cercó la zona donde residían los saharauis y comenzó un duro enfrentamiento entre estudiantes y policías, que doblaban en número a los primeros. Primero comenzaron por el edificio donde residían las chicas. Walia pudo ver todo lo que allí se produjo: «Destruyeron los libros, las camas, y todo el mobiliario. Después les quitaron la ropa y les pegaron brutalmente».
Tras ello los policías se dirigieron a la zona donde residían los chicos que habían intentando defender a sus compañeras. Walia comenta que eran apenas 60 los compañeros que aún quedaban en la residencia. Todos intentaron huir. Él, junto con otros dos compañeros, decidió esconderse en la azotea. Sin embargo, la Policía les encontró y tras darle una brutal paliza, le gritaron ‘os tiraos vosotros u os tiramos, perros saharuis’. Finalmente, les arrojaron desde la azotea mientras gritaban, «este es el fin de los saharauis».
Recuperación.Elwali y otro de sus compañeros sufrieron, además de diversas roturas en las extremidades, lesiones en la columna vertebral. El tercero resultó herido en las piernas. A partir de aquí, Walia comienza un duro peregrinaje por hospitales y centros de rehabilitación. Primero, permaneció durante dos semana en el Hospital de Marraquech, después le trasladaron al de Casablanca, donde estuvo ingresado cerca de 7 meses. Durante su internamiento en este centro, Walia recuerda que su familia gastó «una barbaridad» de dinero para conseguir su recuperación, sin embargo, cuando la familia empezaba a desesperar, llegó una ayuda gracias a la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de Córdoba.
Paradójicamente este fue el primer contacto que Walia tuvo con España. Él, al contrario que muchos de sus compatriotas, nunca participó en programas como el de Vacaciones Solidarias que cada año organizan diversas asociaciones de ayuda al pueblo saharaui y por las que los niños saharauis pasan algunos meses con familias españolas. Sin embargo, algunos familiares de Elwali sí habían mantenido ya diversas relaciones con esta asociación de Córdoba que se encargó de arreglar todos sus papeles y trasladarlo hasta un hospital de la ciudad andaluza donde Walia permaneció otros dos meses y medio. Tras este internamiento, y gracias a la coordinación y el apoyo de la Asociación de Córdoba y la de Castilla-La Mancha, surgió la posibilidad de trasladarlo al Hospital Nacional de Parapléjicos.
Elwali asegura que la rehabilitación va bien. «Me siento mejor, noto más movilidad y además me tratan muy bien», insiste. Lleva aquí varias semanas y aún le quedan algunos meses por delante. De momento, la recuperación es su plan de futuro. No va más allá, «aún no sé que haré cuando salga de aquí, no sé si volveré a Marruecos». Hasta el 14 de mayo de 2008, Elwali lo tenía muy claro: «quería terminar mis estudios y llegar al doctorado».
Sin embargo, antes y ahora, Elwali siempre ha querido «luchar por la causa». Asegura que «todo lo que he hecho en mi vida ha sido para defender el derecho de los saharauis, para terminar con la dominación de Marruecos. Como todos los saharuis que están allí». Por ello, su vida ha sido siempre un manifiesto de la identidad de su tierra «Siempre defenderé el derecho de mi tierra y el mío como saharaui». Además, Walia es muy consciente de que esa lucha por los derechos del Sahara y por el de los saharauis es lo que ha hecho que se encuentre en esta situación.Por eso, Elwali siempre ha querido hacer más por los saharuis, «más por mi país». Y en el futuro de Elwali , lo primero es ahora, «trabajar por la causa».
«Algún día volveremos a nuestra tierra, nosotros no perdemos nunca la esperanza»A Elwali Kadimi le queda mucho tiempo de rehabilitación por delante que afronta acompañado de las personas que participan en asociaciones de apoyo al pueblo saharaui, como el presidente de la Coordinadora de las 32 asociaciones de Apoyo al Pueblo Saharaui que existen en la Región, Isidoro Vegué. Además, recibe la visita de compatriotas que viven en Castilla-La Mancha como el delegado del Frente Polisario para Castilla-La Mancha, Bulahi Mohamed Fadili, o Isana Barka, que se ha convertido en el ángel de la guarda para Walia.
Barka lleva más de un década en España y conoce bien cuál ha sido la actitud de nuestro país con el conflicto del Sahara. Ella tiene claro que por un lado está la actitud política y, por otra, la del pueblo español. «Nosotros sentimos siempre el apoyo del pueblo, pero no el del Gobierno de España. Son dos cosas muy distintas».
Recuerda Barka el apoyo de todas las asociaciones españoles que realizan programas como la acogida de niños en verano, diversas recogida de alimentos o recaudaciones de dinero para la causa saharui. «Sentimos un calor y una solidaridad inmensa, es como una deuda externa hacia el pueblo español que es impagable para nosotros, pero lamentablemente el gobierno se desentiende y se lava las manos». Para ella, la mayoría de las relaciones entre España y Marruecos, sobre todo los negocios más rentables, se realizan «aprovechándose de la riqueza saharaui: del fosfato, de las minas de oro o de la pesca». Por eso, recrimina al Ejecutivo español que «siempre se haya movido en este caso por intereses».
Aunque también hay que alabar algunas acciones políticas a favor de la causa. Por ejemplo, hace algunos meses, los dos grupos políticos con presencia en el Parlamento regional renovaban su compromiso con el pueblo saharaui.
Gestos como este hacen que Elwali y Barka no pierdan la esperanza. «Algún día volveremos todos a nuestra tierra, estemos donde estemos. No perdemos nunca la esperanza», afirma Barka emocionada, quien recuerda que la guerra le ha hecho conocer a su hermana hace apenas cuatro años, al vivir ésta en las zonas ocupadas.
Lamentablemente, no ven que la solución esté cercana pese a las esperanzan que ha generado el nombramiento de Christopher Ross como nuevo mediador de la ONU en el conflicto del Sahara. De momento, Walia no se fía de los planes marroquíes y se muestra contrario a la negociación que mantiene en estos momentos Marruecos con el Sahara.

--Poemario por un Sahara LibreBahia M. H. Awah y Conchi Moyahttp://poemariosaharalibre.blogspot.com/ Nota Antispam: Si no quieres recibir nuestros mensajes, por favor envíanos uno con el asunto BORRAR. Disculpa las molestias. Muchas gracias.

lunes, 26 de enero de 2009

estudiante saharaui arrojado al vacío por la policía marroquí

EL PAIS. MANUEL J. ALBERT - Córdoba - 25/01/2009
"Nunca subían hasta allí. Por eso, cuando había manifestaciones y nos perseguía la policía, nos escondíamos en la azotea de la residencia de estudiantes. Pero ese día sí subieron. Eran unos 20 ó 30 agentes, no sé. Yo estaba con dos amigos. Nos pegaron. Nos insultaron. A mí me fueron llevando, a golpes, hasta el borde del edificio. 'O te tiras o te tiro, perro saharaui', me dijo un policía. Me empujó y caí". Elwali Elqadmi, de 23 años, recorrió en un segundo el vacío de las cuatro plantas de la residencia de la Universidad de Marrakech. Era el 14 de mayo de 2008. El Gobierno marroquí niega, a través de un portavoz de su embajada en España, que sus fuerzas del orden participasen en este suceso. "Negamos que ningún estudiante haya sido arrojado por agentes de seguridad marroquí desde la azotea de una residencia en la universidad de Marrakech", señalan.El joven se recupera en Córdoba de una grave lesión a causa de la caídaEl brutal aterrizaje le fracturó a Elwali sus dos piernas, el brazo izquierdo y le abrió el cráneo, recuerda Labeid, el traductor que le acompaña estos días en Córdoba. Allí, el saharaui está ingresado en el centro de rehabilitación de Fepamic (Federación Provincial de Asociaciones de Minusválidos Físicos de Córdoba). Y es que las peores lesiones las sufrió el joven estudiante de 3º de Sociología en su columna vertebral. Tiene rota la quinta vértebra y una fisura en la sexta. Sus heridas le han dejado en una silla de ruedas. No puede caminar y mueve con dificultad sus brazos.Elwali es delgado y risueño. Sonríe a pesar del drama que le ha golpeado. "Hay que ser optimista y seguir adelante", dice sin dudarlo. Y cuenta su historia: "Dejé Assa, mi ciudad en Sáhara por dos cosas. Por un lado, sólo podía continuar mis estudios en Marrakech. Por otro, quería llevar a Marruecos la lucha del pueblo saharaui por su libertad", explica. Desde muy pronto, Elwali participó en marchas y actos en defensa de la independencia de la antigua colonia española del Sáhara Occidental. La que llegó a ser considerada una provincia más, fue invadida por Marruecos en 1976, lo que provocó una larga guerra entre los independentistas del Frente Polisario y el ejército del rey Hassan II. Además, cientos de miles de saharauis huyeron a los campos de refugiados de Tinduf, en Argelia. Elwali Elqadmi era un activista saharaui en el corazón de la vigilada sociedad marroquí, custodiada estrechamente por las fuerzas de seguridad. "A mí me conocía la policía. De eso estoy seguro", zanja el joven, que ya había corrido más de una vez delante de los antidisturbios en protestas tanto nacionalistas, como estudiantiles, que exigían mejoras en la enseñanza.La manifestación de mayo que derivó en la tragedia de Elwali fue de éstas últimas. "Llevábamos unos meses quejándonos por las malas condiciones del campus y de los estudios universitarios en general. Además, poco antes de la manifestación, tres alumnos se intoxicaron por alimentos en mal estado. Ese fue el detonante de la concentración", señala..La marcha del día 23 discurrió pacíficamente por el recinto universitario, ya que los estudiantes no tenían permiso para salir fuera. Según recuerda Elwali, la policía rodeó todo el campus. "Una vez que obtuvieron permiso del rector, entraron. Tiraban botes de humo y pelotas de goma. Todos los estudiantes corrimos. La policía nos perseguía con porras. Yo me refugié con dos amigos en la azotea de la residencia de estudiantes, pensando que no subirían hasta allí".Minutos después, Elwali terminaba estrellado en el suelo, frente a los dormitorios de la residencia masculina. "Tras la caída no perdí el conocimiento. Me dolía terriblemente la cabeza. Pasaron dos horas y media hasta que me atendieron. Todo el mundo corría de un lado a otro. Al terminar todo, se dieron cuenta de mi estado. Me sacaron en una de las primeras ambulancias".En el hospital de Marrakech fue operado de sus heridas. "Fueron unos meses terribles, lo pasé muy mal, con muchos dolores". Sus padres vendieron su vivienda de Assa para poder pagarle una clínica privada en Marruecos, donde esperaban que recibiese mejor trato. Finalmente, su historia fue conocida por una plataforma de asociaciones de apoyo al pueblo saharaui de Córdoba, que consiguieron trasladar al joven a la ciudad andaluza a finales de diciembre.Ahora espera ingresar en el hospital de Parapléjicos de Toledo para seguir su tratamiento y lograr la mayor autonomía posible. "Luego volveré al Sáhara. Quiero seguir luchando por mi pueblo", dice.